Alejandro Riestra
Martínez.
“Dejando apenas entrever sus vetustos paredones y sus tejados musgosos entre la fronda de una olmeda se encuentra, media legua más allá de Trescasas, el Rancho y lugar de Cabanillas del Monte, una de las más pequeñas, olvidadas y apacibles aldeas de esta Serranía”. Marqués de Lozoya (1916).
No hace muchos días,
disfrutando de mis vacaciones, en los alrededores del Alcázar de Segovia
mientras paseaba con mis padres, me encontré con don Alfonso Ceballos-Escalera,
actual vizconde de Ayala, más conocido en los ambientes nobiliarios
por su título de Marqués de la Floresta.
Nos saludamos con
mutuo cariño e iniciamos una conversación que, por premura de todos, emplazamos
para dos días después en su casa de Cabanillas del Monte, donde acompañado de
mi familia disfrutamos de una enriquecedora charla -don Alfonso es gran
conversador- sobre arte, nobiliaria, heráldica, amigos comunes y sobre unas
deliciosas pastas segovianas que nos estaban obligando a saltarnos la dieta;
regalándonos también un magnífico tour
por la propiedad acompañados de su encantadora esposa doña Adriana Pérez de
Venegas.
“La Casa del
Esquileo”, residencia actual de don Alfonso era un antiguo rancho de esquileo conformado por un conjunto de edificios en el que destacan la residencia de los
señores, la zona industrial, la casa de pastores y la zona del encerradero de
las ovejas. La residencia – que está inscrita en 1762- consta de dos plantas
con muros de mampostería y huecos con dintel, jambas y alféizares de granito,
con numerosas habitaciones y dependencias rematadas con carpinterías originales
del siglo XVIII.
Comunica la vivienda
en su primera planta directamente con la nave de esquileo a través de un oratorio en el que se venera a la Virgen de
La Fuencisla, el mismo posee un gran balcón con portones, en el que se ve el
altar desde donde se decía la misa a los esquiladores durante su faena, en
domingos y festivos.
La nave del esquileo
es un gran rectángulo que consta de dos espacios separados por un muro
medianero: el esquileo propiamente dicho, con una altura de seis metros e
impresionante viguería de madera, que en sus 330 metros cuadrados daría cabida
a 120 esquiladores o tijeras; y el bache o sudadero para las ovejas, éste con
el techo mucho más bajo para forzar la sudoración del ganado y así facilitar el
corte de la lana. En sus paredes, pastores y esquiladores nos han dejado,
pintados con almagre, sus nombres, algunas frases, hierros de la cabaña y
curiosos dibujos que hacen aún más especial el recinto. Dos puertas comunican
el rancho con las tres lonjas donde se apilaba la lana recién cortada. Hay
también algunas otras dependencias menores, como cocinas y despensas para la
manutención del personal, etc. Todo el recinto está rodeado de buenos muros que
cierran los patios. Entre el patio central, situado junto al esquileo y que da
acceso a la casa de los señores, actual residencia- como ya he dicho- de mi
anfitrión, se encuentra otra nave soportalada, que era la casa que albergaba a
los esquiladores y pastores mientras duraban sus tareas.
Todo este complejo
pecuario e industrial solo se utilizaba durante un mes y medio al año, desde
los primeros días del mes de mayo, cuando los rebaños llegaban desde
Extremadura, y antes de que subieran a los pastos de verano en las vecinas
montañas de la Sierra de Segovia. En esos días, el ambiente dentro de estos
muros debió de ser, - según palabras del señor marqués-, y a juzgar por los testimonios coetáneos, de
una grandísima algarabía de gentes y merinas.
Debido quizá a sus
moderadas dimensiones, y sin duda al mucho empeño de sus sucesivos poseedores -
según narra don Alfonso - esta casa-esquileo de Cabanillas del Monte se
conserva intacta y constituye uno de los mejores y más singulares exponentes
del mundo pastoril e industrial que caracterizó a estas tierras segovianas
durante siglos.
Decorada con gusto exquisito, la casona es capaz de transmitir a los visitantes ese “duende” que solo los inmuebles cargados de historia pueden hacer. Blasones de nobles linajes, cuadros cargados de historia, condecoraciones y una muy extensa biblioteca, acompañan a vajillas, cerámicas y muebles de época que dan esa impronta palacial que, buscada o no, rezuma por los cuatro costados de la residencia.
Su origen, según nos
contó de manera muy dedicada don Alfonso, se data en la época repobladora de
esta zona de la Sierra de Guadarrama entre finales del siglo XI y comienzos del
XII, tras la definitiva reconquista de todo el valle del Duero. Según las
crónicas, la ciudad de Segovia se repobló en el año 1088 y enseguida se
consolidó una red de vías pecuarias de antiquísimo origen que favorecían la movilidad de los rebaños. Estas cañadas
serán, pues, las vías por las cuales los grandes rebaños merinos van a
protagonizar el fenómeno de la trashumancia que el Rey Sabio institucionalizó
creando el poderoso Honrado Concejo de la Mesta.
Una agradable y muy entrañable visita, que si los señores marqueses me permiten, volveré sin duda a repetir.
Publicado por La Mesa de los Notables.