Por don José Luis Sampedro Escolar. Presidente de la Sociedad Filantrópica de Milicianos Nacionales Veteranos.
El 7 de julio de 1822,
durante el Trienio Liberal, Madrid fue escenario de una jornada trágica en la
que la Guardia Real, cumpliendo órdenes de Fernando VII, intentó tomar el
Ayuntamiento, que encabezaba la defensa de la legalidad, para restaurar el Absolutismo,
derogando la Constitución de 1812, vigente desde 1820. Se opuso la Milicia
Nacional, fiel al ordenamiento. El episodio se saldó con tres milicianos
muertos y cuarenta heridos. La Guardia Real tuvo catorce muertos y de sus
heridos no queda noticia.
La participación popular
en la Guerra de la Independencia había hecho cobrar gran importancia a las
agrupaciones armadas de liberales –la Milicia Nacional- que durante el siglo
XIX lucharon contra el Absolutismo. Hoy conserva su recuerdo una entidad nacida
en 1839, la Sociedad Filantrópica de Milicianos Nacionales Veteranos, que
durante décadas dio ayuda en la enfermedad y en las exequias a aquellos hombres
de agitada vida y, en muchas ocasiones, triste muerte. La sociedad tuvo
Presidentes señeros, como Palafox, los polémicos Espartero y Madoz, los
generales Fernando Primo de Rivera, José López Domínguez y Agustín Luque
(Ministros de la Guerra los tres) y Fernando Suárez de Tangil, Alcalde de
Madrid, Presidente de la Cruz Roja, Ministro, Presidente del Consejo de Estado
y Grande de España.
Esta entidad ha
sobrevivido precariamente, pero, extinguida su función de subvenir necesidades
de milicianos valetudinarios, mantiene vivo su recuerdo y anima el estudio de
su papel en la Historia. Por ello, conmemora el 7 de Julio con orgullo por la
defensa de los principios constitucionales con actos eficaces, no con palabras
huecas. Los batallones sublevados se rindieron en la Casa de la Panadería, sede
del Concejo Municipal, tras la victoria obtenida por Palarea, Morillo, López
Ballesteros y por quien fuera el cuarto Presidente de la Sociedad, Evaristo San
Miguel, Presidente del Gobierno durante los meses siguientes pero desbordado en
1823 por la intervención militar extranjera de Los Cien Mil Hijos de San Luis.
Cada año, el 7 de julio,
esta Sociedad rinde homenaje a quienes lucharon por la Constitución. El triunfo
que alcanzaron se frustró, pero merecen que se recuerde su ejemplo. El programa
es sencillo: en el arco de acceso a la Plaza Mayor desde la calle Siete de Julio,
bajo el lema Fidelidad a la Constitución, tras unas palabras de agradecimiento,
se ofrenda una corona de laurel; colabora el Ayuntamiento madrileño,
personificado por la Guardia Municipal en uniforme de gala y se reparte al
público un folleto explicativo, en ocasiones, con acompañamiento musical. No es
ocasión para analizar en profundidad aquellos acontecimientos, ni para formular
condenas o absoluciones retroactivas que a nada conducen y que nadie tiene
legitimidad para impartir. Es momento de reflexionar cara al futuro en las
gravísimas circunstancias que vivimos. Nuestro Presidente Espartero se fundió,
en 1839, en el abrazo en Vergara, con su oponente, el general Maroto, para
trabajar juntos por España; rechacemos, como ellos, partidismos estériles y tentaciones
de victorias frente a la colaboración solidaria.
Al contrario que en
1822, tenemos un rey identificado con los principios constitucionales y así
deberían actuar el resto de las entidades nacionales, regionales, municipales o
institucionales. Los responsables de los poderes legislativo, ejecutivo y
judicial, las administraciones públicas, la milicia y las fuerzas de orden
público, los sindicatos, las confesiones religiosas, la cultura y los medios de
comunicación, la economía, la banca, el deporte y todas las facetas sociales
están obligadas, como toda la ciudadanía, a respetar las leyes, sin que ello
suponga renunciar a la modificación del ordenamiento en lo que resultare útil y
necesario usando los cauces previstos para ello y no por el mero desacato.
Galdós recuerda en sus
Episodios Nacionales que se gritaba en las calles ¡Viva la Milicia Nacional!
Cuando de la Milicia no queda más que el recuerdo que a la Sociedad
Filantrópica corresponde mantener, invitamos a la opinión pública a honrar a
quienes en 1822 defendían estos principios y, aunque las circunstancias
sanitarias impidan en 2020 el acto público de colocación de la merecida corona
de laurel, repitamos un año más: ¡Viva la Constitución! ¡Viva el Rey! ¡Viva
España!
José Luis Sampedro
Escolar.
Publicado por La Mesa de
los Notables.