En nuestra entrada
correspondiente al pasado día 11 de junio, anunciábamos que a las 19.00 horas
del día 26 se celebraría en el salón de actos de la Facultad de Ciencias de la
Documentación de la U.C. la conferencia "La Orden del Toisón de Oro: de la
crisis dinástica a la caída de la Monarquía (1833-1931)", que sería
impartida por don Fernando
García-Mercadal y García-Loigorry, general auditor y académico de número de la
Real y Matritense de Heráldica y Genealogía y correspondiente de la Real
Academia de la Historia. La misma, como también comentamos con nuestros
lectores, se encontraba encuadrada
dentro del ciclo de conferencias que sobre "La Orden del Toisón de
Oro: debates y problemas historiográficos", se viene desarrollando desde
el pasado mes de febrero.
Por su indudable
interés, queremos reproducir en su totalidad una reseña que sobre la misma se
recoge en la web de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía
(http://www.ramhg.es/), publicada el pasado 29 de junio de 2019.
“La Orden del Toisón de
Oro: de la crisis dinástica a la caída de la Monarquía (1833-1931)”, por
Fernando García-Mercadal y García-Loygorri.
Artículo original: http://www.ramhg.es/
El pasado 26 de junio, y
dentro del ciclo dedicado a La Orden del Toisón de Oro: debates y problemas
historiográficos, organizado por la Real Academia Matritense de Heráldica y
Genealogía, tuvo lugar la tercera de las conferencias programadas, impartida
esta vez por nuestro compañero numerario el general Fernando García-Mercadal y
García-Loygorri, vicedirector de la corporación. El periodo tratado se inicia
con el llamado pleito sucesorio que se desencadenó a la muerte de Fernando VII,
ocurrida el 29 de septiembre de 1833, y concluye con la proclamación de la
Segunda República el 14 de abril de 1931.
Fernando García-Mercadal y García-Loigorri. |
La primera cuestión
estudiada por el ponente es la del incumplimiento del artículo LXV de las
Constituciones de la Orden, dadas en Lille en 1431, pues al morir el Rey Don
Fernando VII y sucederle una hija, debió pasar la jefatura de la Orden a alguno
de los varones de la Real Familia que fuese caballero de la misma. Y sabemos
que no fue así, al estimarse, posiblemente, que si la Reina Gobernadora estaba
capacitada para decidir sobre las grandes cuestiones políticas del Reino,
también lo era para regirla en nombre de Isabel II, menor de edad. Esta
situación refleja una creciente confusión entre quienes consideraban la Insigne
Orden como un patrimonio estrictamente dinástico y quienes veían en ella una
distinción puramente estatal.
El gabinete moderado de
don Joaquín Francisco Pacheco acometió en 1847 una profunda reforma del sistema
de las órdenes civiles españolas. Aunque el Gobierno regula extensamente la
concesión de las cruces de las Órdenes de Carlos III, Isabel la Católica y San
Juan nada innovó respecto del Toisón de Oro. Cuatro años después, el 28 de
octubre de 1851, se promulgó un segundo Real Decreto sobre la misma cuestión.
En su artículo primero se decía de forma clara que: “No se concederá en
adelante la insigne Orden del Toisón de Oro, ni la Gran Cruz de Mis Reales
Ordenes de Carlos III e Isabel la Católica, sin que proceda propuesta acordada
en Mi Consejo de Ministros”. Los Decretos de 1847 y 1851 supusieron no solo un
punto de inflexión en la historia de la Insigne Orden del Toisón de Oro desde
la perspectiva jurídica e institucional sino también una primera interrupción
del legado cultural y simbólico de los Duques de Borgoña.
Una vez proclamada la
Constitución de 1869, el Duque de la Torre, en su calidad de Regente, concedió
cuatro collares. Muy poco después, el 16 de noviembre de 1870, resultó elegido
el nuevo Rey Don Amadeo de Saboya que se titularía Jefe y Gran Maestre de la
Insigne Orden del Toisón de Oro, aunque no aparece documentada su investidura.
Sí las nueve concesiones que hizo a otros tantos caballeros entre 1871 y 1873.
Inmediatamente después
de la proclamación de la Primera República, el gobierno presidido por
Estanislao Figueras promulgó el 29 de marzo de 1873 un decreto, precedido por
una “exposición” que contenía una durísima crítica histórica, por virtud del
cual se declaraban “extinguidas” las órdenes civiles de Carlos III, Damas de
María Luisa e Isabel la Católica, –las militares se mantuvieron–, no
mencionándose para nada, –sorprendentemente– al Toisón de Oro. Restaurada la
Monarquía, ya antes de la llegada del Rey Alfonso XII a España el
Ministerio-Regencia, presidido por don Antonio Cánovas del Castillo, se
apresuró a dictar el Real Decreto de 7 de enero de 1875, por el cual se
restablecieron las Órdenes de Carlos III, de Damas Nobles de María Luisa, y de
Isabel la Católica “en los términos prescritos en sus respectivas
constituciones”. No acoge tampoco ninguna referencia al Toisón.
García-Mercadal expuso a
continuación algunos episodios poco conocidos de la historia de la Orden, entre
ellos el proyectado (y frustrado) capítulo de la Orden a celebrar en la
catedral de Barcelona –donde había tenido lugar el célebre del año de 1519–, y
la petición dirigida en 1922 por el destronado Emperador Carlos I a su primo el
Rey de España encomendándole, mientras durase su exilio, la dirección de la
rama austriaca de la Orden y rogándole que al mismo tiempo se hiciera cargo del
archivo y tesoro corporativos y las complicadas negociaciones que siguieron,
perdiéndose finalmente una magnífica ocasión para reunificar las dos ramas de
la Orden.
La Insigne Orden fue
utilizada por la Corona como un medio de influencia de la política extranjera
de España. Las relaciones con las cortes y cancillerías europeas fue asegurada
por la elección como caballeros de la Orden de los más importantes monarcas y
príncipes de Europa, así como los presidentes de la República Francesa. El
número de collares concedidos durante los cincuenta y cinco años de la que
hasta hoy es sin duda más larga jefatura y soberanía de la Insigne Orden –la de
Don Alfonso XIII– asciende a ciento tres. Las últimas concesiones del Toisón,
siendo Alfonso XIII su Gran Maestre y Ministro de Estado Santiago Stuart y
Falcó, están fechadas el 5 de febrero de 1931 y se corresponden a los
caballeros Carlos María Cortezo, presidente del Consejo de Estado, Juan
Bautista Aznar, presidente del Consejo, y el Duque de Miranda, Jefe Superior de
Palacio.
Finalmente,
García-Mercadal llamó la atención sobre una circunstancia para la que no
encuentra explicación: el silencio que sobre el Toisón guardan las
disposiciones que durante el reinado de Alfonso XIII fijaban el orden de
precedencias protocolarias en Palacio, circunstancia que le permite afirmar que
la Orden presenta en el periodo estudiado (y todavía en el presente) unos
perfiles jurídico-institucionales inaprensibles y refractarios a su
positivación en la Gaceta de Madrid.
La conferencia, muy
concurrida, fue seguida de un animado coloquio.
Texto e imagen:
http://www.ramhg.es/
Relacionado:
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Publicado por La mesa de
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