miércoles, 4 de septiembre de 2024

UN CAFÉ CON LOS MARQUESES DE LA FLORESTA EN CABANILLAS DEL MONTE.

Alejandro Riestra Martínez.

“Dejando apenas entrever sus vetustos paredones y sus tejados musgosos entre la fronda de una olmeda se encuentra, media legua más allá de Trescasas, el Rancho y lugar de Cabanillas del Monte, una de las más pequeñas, olvidadas y apacibles aldeas de esta Serranía”.  Marqués de Lozoya (1916).

No hace muchos días, disfrutando de mis vacaciones, en los alrededores del Alcázar de Segovia mientras paseaba con mis padres, me encontré con don Alfonso Ceballos-Escalera, actual vizconde de Ayala, más conocido en los ambientes nobiliarios por su título de Marqués de la Floresta.
Nos saludamos con mutuo cariño e iniciamos una conversación que, por premura de todos, emplazamos para dos días después en su casa de Cabanillas del Monte, donde acompañado de mi familia disfrutamos de una enriquecedora charla -don Alfonso es gran conversador- sobre arte, nobiliaria, heráldica, amigos comunes y sobre unas deliciosas pastas segovianas que nos estaban obligando a saltarnos la dieta; regalándonos también  un magnífico tour por la propiedad acompañados de su encantadora esposa doña Adriana Pérez de Venegas.

“La Casa del Esquileo”, residencia actual de don Alfonso era un antiguo rancho de esquileo conformado por un conjunto de edificios en el que destacan la residencia de los señores, la zona industrial, la casa de pastores y la zona del encerradero de las ovejas. La residencia – que está inscrita en 1762- consta de dos plantas con muros de mampostería y huecos con dintel, jambas y alféizares de granito, con numerosas habitaciones y dependencias rematadas con carpinterías originales del siglo XVIII.


Comunica la vivienda en su primera planta directamente con la nave de esquileo a través de un  oratorio en el que se venera a la Virgen de La Fuencisla, el mismo posee un gran balcón con portones, en el que se ve el altar desde donde se decía la misa a los esquiladores durante su faena, en domingos y festivos.

La nave del esquileo es un gran rectángulo que consta de dos espacios separados por un muro medianero: el esquileo propiamente dicho, con una altura de seis metros e impresionante viguería de madera, que en sus 330 metros cuadrados daría cabida a 120 esquiladores o tijeras; y el bache o sudadero para las ovejas, éste con el techo mucho más bajo para forzar la sudoración del ganado y así facilitar el corte de la lana. En sus paredes, pastores y esquiladores nos han dejado, pintados con almagre, sus nombres, algunas frases, hierros de la cabaña y curiosos dibujos que hacen aún más especial el recinto. Dos puertas comunican el rancho con las tres lonjas donde se apilaba la lana recién cortada. Hay también algunas otras dependencias menores, como cocinas y despensas para la manutención del personal, etc. Todo el recinto está rodeado de buenos muros que cierran los patios. Entre el patio central, situado junto al esquileo y que da acceso a la casa de los señores, actual residencia- como ya he dicho- de mi anfitrión, se encuentra otra nave soportalada, que era la casa que albergaba a los esquiladores y pastores mientras duraban sus tareas.

Todo este complejo pecuario e industrial solo se utilizaba durante un mes y medio al año, desde los primeros días del mes de mayo, cuando los rebaños llegaban desde Extremadura, y antes de que subieran a los pastos de verano en las vecinas montañas de la Sierra de Segovia. En esos días, el ambiente dentro de estos muros debió de ser, - según palabras del señor marqués-, y  a juzgar por los testimonios coetáneos, de una grandísima algarabía de gentes y merinas.

Debido quizá a sus moderadas dimensiones, y sin duda al mucho empeño de sus sucesivos poseedores - según narra don Alfonso - esta casa-esquileo de Cabanillas del Monte se conserva intacta y constituye uno de los mejores y más singulares exponentes del mundo pastoril e industrial que caracterizó a estas tierras segovianas durante siglos.

Decorada con gusto exquisito, la casona es capaz de transmitir a los visitantes ese “duende” que solo los inmuebles cargados de historia pueden hacer. Blasones de nobles linajes, cuadros cargados de historia, condecoraciones y una muy extensa biblioteca, acompañan a vajillas, cerámicas y muebles de época que dan esa impronta palacial que, buscada o no, rezuma por los cuatro costados de la residencia.


Su origen, según nos contó de manera muy dedicada don Alfonso, se data en la época repobladora de esta zona de la Sierra de Guadarrama entre finales del siglo XI y comienzos del XII, tras la definitiva reconquista de todo el valle del Duero. Según las crónicas, la ciudad de Segovia se repobló en el año 1088 y enseguida se consolidó una red de vías pecuarias de antiquísimo origen que favorecían  la movilidad de los rebaños. Estas cañadas serán, pues, las vías por las cuales los grandes rebaños merinos van a protagonizar el fenómeno de la trashumancia que el Rey Sabio institucionalizó creando el poderoso Honrado Concejo de la Mesta.

Una agradable y muy entrañable visita, que si los señores marqueses me permiten, volveré sin duda a repetir.

Publicado por La Mesa de los Notables.