A lo largo de los años, la relación
entre quienes generamos contenidos y las asociaciones o instituciones a las que
damos visibilidad suele moverse en un terreno complejo, lleno de matices,
expectativas y, en ocasiones, silencios. No siempre existe un equilibrio entre
el esfuerzo dedicado y la respuesta recibida, y es precisamente en esos
contrastes donde uno descubre la naturaleza real de las colaboraciones en la temática a la que dedicamos nuestro esfuerzo.
Este texto nace de una vivencia concreta
-una anécdota que, con el tiempo, se convirtió en reflexión-. Lo que aquí
relato es una mirada honesta a una experiencia que dice mucho más de lo que
parece a simple vista. Porque, al final, son los pequeños gestos los que
revelan quiénes somos realmente.
Hace ya algún tiempo -quizá seis o siete años; la fecha exacta se ha ido desdibujando con el paso del tiempo- se
celebraba en España un evento organizado por una institución de reconocido
prestigio. Hasta ese momento habíamos mantenido con ellos una relación cordial,
incluso me atrevería a decir afectuosa, en algunos casos. Es cierto que, en más
de una ocasión, manifestaban su desacuerdo con algunos de los contenidos que
publicábamos; sin embargo, nunca se detuvieron a agradecer las muchas veces que
difundíamos sus actividades e incluso cuando publicitábamos, de manera
totalmente desinteresada, los productos que ofrecían y/o patrocinaban. Y lo
hacíamos en la firme creencia que podía ser útil, ya que nuestras publicaciones
les permitían llegar a un público más amplio y quizá menos especializado y
pujante, a los que de otro modo igual no les llegaría su labor de manera
inmediata, o con la claridad necesaria.
Volviendo al origen de todo esto: una institución extranjera se puso en contacto con nosotros para pedirnos que
diéramos difusión en España a un evento que celebrarían al año siguiente en su
país. Nos enviaron un logo, un pequeño texto y una descripción básica que
nosotros ampliamos con información complementaria, buscando datos en distintas
fuentes para ofrecer un contenido lo más completo posible. Publicamos el
artículo en el blog y, casi de inmediato, la institución española -que ese mismo
año organizaba la edición nacional del certamen, a la cual nosotros le
llevábamos dedicando varios artículos desde el año anterior- expresó su
malestar.
La reacción de los de fuera, en cambio,
fue completamente opuesta. No solo agradecieron que mencionáramos su evento,
sino que además se mostraron especialmente amables: nos invitaron a asistir,
nos felicitaron públicamente en varias publicaciones de su país por contribuir
a darle visibilidad en España, e incluso el autor del logo nos envió un mensaje
personal agradeciendo la difusión de su trabajo. Fue un gesto sencillo, pero
que transmitió cercanía y reconocimiento.
La instución española, por su parte, no
comentó nada en positivo. Nunca lo hacía. Lo habitual era recibir alguna
observación cuando algo no coincidía exactamente con su particular punto de
vista, y en este caso incluso interpretaron la publicación como una falta de
sensibilidad hacia el evento nacional. A nosotros nunca nos ha movido la
búsqueda de agradecimientos, pero a veces llama la atención que el desacuerdo
se exprese con tanta facilidad, mientras que el reconocimiento o la gratitud
queden siempre pendientes.
Cuando trasladé mi incomodidad y
expliqué mis razones a algunos de sus responsables, la respuesta fue amable y
bienintencionada. Me dijeron: “Muchas veces, con los amigos, al tenerlos cerca,
se nos olvida agradecerles las cosas.” Y añadieron: “Sabes que valoramos lo que
haceis y os mostramos nuestra consideración.”
Aun así, la sensación que queda es que
esa consideración de la que me hablaban, cuesta un poco más encontrarla, como
si hiciera falta insistir para hacerla visible.
Los años han pasado, y hoy -con presencia en la mayoría de redes sociales- contamos con
más de mil ochocientos artículos publicados y "unos pocos" millones de
lecturas. Hemos recibido el apoyo y la valoración de numerosas publicaciones, instituciones y
asociaciones españolas, europeas e hispanoamericanas, que comparten nuestros artículos en
redes y foros especializados. Esa acogida nos anima a continuar trabajando con
la misma ilusión, curiosidad y dedicación del primer día.
A pesar de todo, los sinsabores marcan
más que los halagos, aunque estos últimos sean abundantes, lo que nos lleva a aquella
idea que ronda al ser humano desde hace ya más de dos mil años. Que difícil ser
profeta en tu tierra.
Aprovechamos, de paso, la entrada de hoy para daros las gracias a todos por acompañarnos,
durante estos ocho años (que ya van tocando a su fin), en este ilusionante proyecto.
La Mesa de los Notables.
Publicado por La Mesa de los Notables.
