lunes, 24 de noviembre de 2025

DE BAGRAT A DAVIT: LA CONTINUIDAD DINÁSTICA EN GEORGIA.

 

A raíz de nuestra reciente publicación sobre la aceptación de S.A.R. Davit de Georgia como Protector de la Nobleza de Asturias -entrada que, por su elevada cantidad de lecturas, se ha convertido en una de las más visitadas de nuestro sitio- hemos recibido numerosas comunicaciones en nuestra cuenta de correo solicitando ampliar la información acerca del Príncipe, su situación actual, su historia y su linaje.

Dado lo amplio de las cuestiones planteadas, hemos decidido dedicar esta nueva entrada a ofrecer una primera aproximación, con pinceladas esenciales sobre la trayectoria y la genealogía de la Casa Bagration-Mukhrani, una de las más antiguas de Europa como ya saben nuestros lectores.

DE BAGRAT III A DAVIT.

La historia de Georgia es una sucesión de reinos caucásicos resistiendo entre montañas, fronteras y potencias que siempre los codiciaron. Durante siglos, en medio de ese tablero complejo, la dinastía Bagrationi sostuvo la continuidad del Estado georgiano. Su presencia se destacó como un elemento organizador, unificador y, a lo largo del tiempo, un símbolo de estabilidad para una nación sometida a presiones externas constantes.

Todo comienza con Bagrat III, quien a finales del siglo X logró lo que pocos consideraban posible: unificar los reinos dispersos del Cáucaso occidental bajo una sola corona. Desde él se proyecta una sucesión directa de soberanos que consolidaron un Estado que resistió invasiones, asedios, migraciones y desafíos internos. Su hijo, George I, y su nieto, Bagrat IV, gobernaron en tiempos inciertos, cuando el reino debía afirmarse frente a Bizancio.

Les siguieron George II y, sobre todo, David IV “el Constructor”, figura decisiva que fortaleció el reino, reorganizó su ejército y dio a Georgia una época de esplendor político y cultural. A David IV le sucedió Demetre I, y luego George III cuyo reinado preparó la llegada de una de las figuras más veneradas de la historia georgiana: la reina Tamar. Con ella, el país alcanzó su edad de oro, una etapa de expansión, estabilidad institucional y proyección internacional. 

Reina Tamar.

Su hijo, George IV Lasha, y su hermana y sucesora, Rusudan, mantuvieron la continuidad de la línea, incluso mientras el avance mogol transformaba el mapa político de la región. De Rusudan procede David VII Ulu, y de su descendencia emerge George V “el Brillante”, llamado así por restaurar la unidad y devolver al reino parte del vigor perdido. La estirpe continúa con Constantine I, Alexander I y George VIII, considerado el último rey plenamente unificado antes de que la invasión turcomana y las presiones exteriores fragmentaran el Estado en varios reinos hermanos. De George VIII nace Constantine II, y de él Bagrat, quien funda la rama que desempeñaría un papel crucial en los siglos posteriores: la Casa Bagrationi-Mukhrani. Esta línea preservó la legitimidad dinástica incluso cuando los reyes cambiaban, los territorios se reorganizaban y las potencias regionales imponían condiciones.

Cuando el Imperio Ruso absorbió Georgia a inicios del siglo XIX, la monarquía  desapareció políticamente, pero la legitimidad histórica de la familia no. Los Bagrationi se integraron en la estructura imperial sin renunciar a su identidad. Sirvieron como militares, diplomáticos y funcionarios, contribuyendo a la política y a las armas del Zar, pero manteniendo siempre el recuerdo de su origen y la conciencia de su papel tradicional en la estructura del Estado Georgiano. 
Alexander Bagrationi-Mukhrani, sirvió en la guerra ruso-turca (1877–1878), integrándose plenamente en el aparato militar zarista. Sin embargo, cuando el Imperio ruso se derrumbó y el poder bolchevique se expandió, Alexander regresó a Georgia para defenderla. Fue capturado y fusilado en 1918.
Su hijo, el príncipe George, continuó esta línea de resistencia. Tras la invasión soviética de 1921, se internó en las montañas del Cáucaso para dirigir una guerrilla que luchó durante casi una década. Nunca fue capturado y su figura quedó asociada de manera permanente a la resistencia georgiana durante el periodo más oscuro de la ocupación.
En el exilio, Irakli Bagrationi mantuvo viva la reivindicación política del derecho de Georgia a ser un Estado independiente. Su actividad no fue meramente nostálgica: articuló movimientos políticos y redes internacionales que contribuyeron a preservar la idea de una Georgia soberana en tiempos en que la ocupación soviética parecía permanente.

La independencia de 1991, resultado de un largo proceso de resistencia civil y política, marcó un punto de inflexión. Ese mismo año, el gobierno y el parlamento del país reconocieron a Giorgi Bagrationi-Mukhrani como Jefe de la Casa Real de Georgia, un gesto que, sin restaurar la monarquía, afirmaba la legitimidad histórica de la dinastía y su lugar en la identidad nacional.
A su muerte en 2008, su hijo Davit Bagrationi-Mukhranbatoni heredó esa posición. Su figura adquiere relevancia por varios motivos: representa la continuidad histórica de una institución que existió durante más de mil años y es refrendado como Jefe de la Casa Real, lo que lo convierte en referente simbólico en un país donde la identidad nacional está profundamente ligada a la continuidad histórica, siendo visto como un referente de continuidad cultural en un país que ha sufrido repetidas rupturas políticas.

A este reconocimiento civil se suma el apoyo de una institución central en la identidad georgiana: la Iglesia Ortodoxa Georgiana.  En numerosas ocasiones, la Iglesia ha expresado abiertamente su deseo de una reinstauración monárquica, considerándola una vía de estabilidad nacional. Incluso en la arena política reciente, el tema ha sido objeto de debate: el gobierno presentó al Parlamento una votación interna para estudiar la restauración de la monarquía, que no prosperó por un estrecho margen -apenas dos votos- , mostrando que la cuestión sigue viva en el imaginario político.

 

Emblema de la principal orden dinástica de la Casa Bagrationi: Orden del Águila de Gaorgia y la Túnica Sin Costuras de Nuestros Señor Jesucristo.
 

Davit en la actualidad no tiene un papel definido en el organigrama estatal de Georgia, pero su importancia no es menor: en sociedades con una historia como la de estos territorios, la figura de un heredero dinástico funciona como referente de unidad, especialmente en momentos de tensión interna o de presión externa. Su presencia recuerda que la identidad del país no depende únicamente de gobiernos temporales ni de equilibrios geopolíticos, sino de una tradición estatal mucho más antigua, la figura de S.A.R. Davit Bagrationi-Mukhranbatoni se ha consolidado como un punto de referencia: un representante de la continuidad histórica del país, un depositario de su tradición estatal y un símbolo con capacidad de integrar tradición y presente sin caer en idealizaciones.

Para saber más: https://www.royalhouseofgeorgia.ge/

Publicado por La Mesa de los Notables.