HISTORIA
REAL VERSUS LEYENDA OFICIAL.
Fernando
Jesús Mogaburo López.
Vista
la polémica que está generando la escultura dedicada a los tercios, creo que
viene al caso recapitular para saber exactamente de qué estamos debatiendo.
Vaya por delante que apoyaré cualquier iniciativa que ponga en valor la
historia de aquellos hombres tan valerosos a los que tanto debe España, pero no
entiendo por qué debemos conformarnos con un notable cuando podemos conseguir
un sobresaliente.
Hasta
donde yo sé, el boceto original no pretende compendiar la evolución de la
"uniformidad" de los tercios durante sus 183 años de vida, como han
defendido algunos contertulios aun a sabiendas de que esta no fue oficial hasta
1664. Es más, a la vista del boceto, resulta evidente que ninguno de esos
soldados viste gregüescos, lechuguillas o parlotas del siglo XVI, ni casacas,
chupas y tricornios de comienzos del XVIII. Todo lo contrario, Augusto pretende
representar un momento muy determinado del XVII, en torno a 1643, de ahí que
haya recurrido a personajes e, incluso, un perro extraídos de su MAGNÍFICO
lienzo sobre Rocroi.
El
problema es que, a tenor de lo que están comentando algunos expertos, entre los
cuales no me hallo, las armas y prendas elegidas no coincidieron en el tiempo.
Así, por ejemplo, la espada de lazo y la daga de vela. O bien, que el arma de
fuego es un híbrido entre arcabuz y mosquete. A mí, personalmente, el boceto me
encanta salvo por un detalle: le encontraría cierto sentido a la presencia de
un alano en una escultura sobre los conquistadores, pero no a la de este chucho
ratonero con el rabo entre las piernas. Comparte así un protagonismo
inmerecido, pues los tercios nunca tuvieron perros en plantilla. En todo caso,
nuestros soldados se comían a los perros cuando la paga escaseaba y los perros
devoraban a los soldados muertos en el campo de batalla. Pero, lo más
importante, ¿desde cuándo un perro español se acobarda ante una carga de la
caballería francesa?
No
concibo mejores artistas para realizar esta obra, pero creo que ese boceto
admite algunas correcciones. Conociendo la presteza con la que maneja lápices y
pinceles, a don Augusto Ferrer-Dalmau no le llevarían más que unos minutos. Me
consta también que don Salvador Amaya estaría encantado de que estos
"errores" se solucionasen antes de ponerse manos a la obra, aunque
reconoce que en una obra artística el vestuario es secundario frente a la
expresión corporal del retratado. Aspecto este sobre el que todos coincidiremos
en que Augusto lo ha bordado, como acostumbra, pese a que mi mujer se queje de
que parecen demasiado "cabreados". ¡Qué sabrá ella de batallas!
Creo
sinceramente que en pleno siglo XXI no debemos, no podemos, repetir los mismos
anacronismos que algunos artistas e historiadores decimonónicos de tanto
prestigio como el conde de Clonard, por no tener a su alcance la tecnología que
hoy disfrutamos. O, simplemente, por no haber prestado mayor atención a las
obras de arte de la época en cuestión. No en vano, tanto los pintores como los
escultores intentaron representar siempre la realidad con la máxima
verosimilitud que su técnica les permitía hasta la aparición de la cámara
fotográfica y de las vanguardias.
Si
analizamos la escultura que Mariano Benlliure dedicó a los jinetes del
Alcántara que perdieron su vida protegiendo la retirada de sus compañeros en el
desastre de Annual (1921), comprobaremos que el artista no se limitó a
inmortalizar esa acción mediante el cazador representado sable en mano. Además,
quiso rendir un homenaje a la historia de ese regimiento esculpiendo también un
coracero del año fundacional (1656), un jinete de la caballería de línea armado
con espada del siglo XVIII y un lancero de mediados del XIX. Esta obra sí es
atemporal, por lo que esa reunión de armas y prendas tan dispares no resulta
anacrónica. Muy al contrario, cada jinete porta las que le corresponden.
Esta
escultura de Benlliure también fue sufragada mediante cuestación popular, así
que los parecidos trascienden lo artístico. Sin embargo, salta a la vista la
disparidad del mensaje que pretenden transmitir: la fugacidad de un instante
(Dalmau/Amaya) o la eternidad del sacrificio (Benlliure). Juzgad vosotros
mismos si, en la primera, esas espadas, picas, mosquetes, morriones,
chambergos, coseletes y coletos deben ajustarse a los de "munición"
de 1643 o parecer la panoplia de un museo. Dicho esto, por supuesto, con mi
aplauso incondicional hacia Augusto, hacia Salvador, y hacia quienes están
promoviendo esta iniciativa. Ojalá pronto podamos deleitarnos con su
contemplación antes de que algún vándalo la mutile o algún partido político la
derribe. Los españoles actuales somos así: nada que ver con aquellos.
Sea cual fuere la decisión que finalmente adopten artistas y promotores, por favor, que alguien saque a ese perro de la batalla antes de que alguien nos denuncie a la protectora de animales.
Fernando Jesús Mogaburo López.
Publicado por La Mesa de los Notables.