Por C. Maravillas.
En el año de 1862, dos
patriotas madrileños –un sacerdote y un artillero- iniciaron el proyecto de
establecer una hermandad que, sobre las ruinas del Parque de Artillería de
Monteleón –escenario del alzamiento del 2 de mayo de 1808-, rindiese perpetuo
homenaje a los héroes y mantuviese la memoria y a las víctimas de aquellos
días. Los comienzos fueron modestos, solamente una misa de sufragio en la
vecina iglesia de las Maravillas y una ceremonia en la puerta principal del
Parque. Pero la idea arraigó en el barrio, y por fin en diciembre de 1867 se
fundó la congregación en la iglesia de San Ildefonso, a la que se sumaron
enseguida algunos de los supervivientes de aquellas jornadas. Pronto se alcanzó
el número 800 congregados, en su inmensa mayoría pertenecientes a las clases
populares, pero también muchos nobles –cual los Condes de Velarde y de Daoíz,
los Duques de Medinaceli u de Santoña-, generales, oficiales de Artillería,
académico, y otras personas de distinción.
Inmediatamente, los
fundadores solicitaron de S.M. la Reina que se dignase ser su protectora, a lo
que accedió la soberana, ingresando en la congregación junto a su hijo el
Príncipe de Asturias –futuro Alfonso XII-. También es desde entonces miembro de
la institución el Excmo. Ayuntamiento de Madrid. Poco después ingresarían el
Regente Duque de la Torre y el Rey Don Amadeo de Saboya.
En aquel mismo año de
1868 se adoptaron las insignias, las mismas que hoy siguen usando los socios:
la Santa Cruz en tojo sobre dos cañones cruzados con su munición (que recuerdan
las dos piezas de a ocho que defendieron el Parque), rodeados de una palma y un
laurel. La cinta es encarnada por la sangre de los caídos, con dos listas
negras en señal de luto por ellas, fileteadas de blanco, que representa su
pureza de sentimientos.
También entonces se
cedió a la Orden Española y Humanitaria una capilla colateral de la iglesia de
San Ildefonso o de las Maravillas, que se alhajó convenientemente. Muy dañada
por las milicias rojas en el verano de 1936, fue restaurada en 1940 y hoy se
encuentra en muy buen estado. Allí se venera la imagen del Cristo de la Buena
Muerte.
Enseguida dieron
comienzo sus actividades, en primer lugar, la conservación del Parque de
Monteleón y la construcción de un monumento colocado allí. También las fiestas
y sufragios del 2 y 3 de mayo de cada año, cada vez más suntuosas y
concurridas. A algunas de ellas, cual la de 1908, centenario del alzamiento,
asistió el propio Rey Don Alfonso XIII con el Príncipe de Asturias y el
Gobierno en pleno.
También se inició
enseguida una modesta obra asistencial y hospitalaria, en favor de soldados
heridos y demás víctimas de los disturbios callejeros –entonces frecuentes-,
instalando una pequeña enfermería, servida por socios voluntarios.
Era ya el 16 de febrero
de 1870 cuando la Regencia del Reino aprobó el cambio del nombre, que ya en
adelante sería el de Orden Española y Humanitaria de la Santa Cruz y Víctimas
del Dos de Mayo de 1808.
En aquel mismo año, el
1º de abril de 1870, se suscribió un convenio que habría de ser decisivo en la
historia de la Orden: fue con la también naciente Asociación de la Cruz Roja
para el socorro de heridos en campaña. Fue la Orden la primera entidad que se
asoció en España a la Cruz Roja, por lo que obtuvo el honorífico título de
Primera Asamblea Local de la Cruz Roja Española, que mantuvo durante más de un
siglo. Los estatutos de la Cruz Roja fueron modificados, y los miembros de la
junta directiva de la Orden se integraron en la Asamblea Española de la Cruz
Roja: el presidente de aquella, el Conde de Velarde, pasó a ser el
vicepresidente de esta. Y cuando la Cruz Roja decayó grandemente por falta de
guerras, entre 1876 y 1892, fue la actividad de la Orden Española Humanitaria
la única en la que pudo apoyarse su pervivencia.
Su buen desempeño fue la
causa de que la Cruz Roja Española concediese a la Orden Española y Humanitaria
su Medalla de Oro, en 1896.
Durante los años que
corrieron entre 1875 y 1936, la Orden alcanzó una gran plenitud y fueron muchas
sus actividades asistenciales, sus socios fueron muy numerosos, y sus finanzas
muy boyantes. Sus estatutos fueron reformados en 1877 y en 1905 –cuando se
crearon sus distinciones, entre ellas la placa, que recibieron en primer lugar
los Reyes y el Príncipe de Asturias-. La sede, establecida primeramente en unas
dependencias del palacio de Monteleón, pasó en 1896 a un local amplísimo de la
calle Pozas 12, y desde allí, sucesivamente, a otros locales propiedad de la
Excma. Diputación Provincial de Madrid, en la calle Palma 30 y en la calle del
Divino Pastor 26. Pero las juntas generales, por su gran concurrencia, se
celebraron en la vecina Universidad Central.
Gracias a las cuotas de
los socios, y a otras actividades económicas –colectas públicas, donativos,
funciones teatrales, partidos de fútbol, verbenas y kermeses), La actividad
asistencial y hospitalaria fue creciendo: a su primera ambulancia sanitaria y
hospital de sangre, establecidos en 1870 y sometidos al régimen de la Cruz
Roja, siguieron una brigada de salvamento –muy activa en incendios,
derrumbamientos y disturbios-; un Gabinete Médico de asistencia gratuita
(1902); y enseguida un Dispensario Médico (1905), que fue aumentando su
actividad asistencial hasta convertiste en una policlínica atendida por una
docena de facultativos –que solo en 1917 realizaron 21.630 consultas y 74
operaciones quirúrgicas-. Una extensión de ese centro se estableció poco
después en el popular barrio de Cuatro Caminos.
Esta policlínica,
establecida entonces en la calle Santa Engracia 44, prestó importantes servicios
a la población madrileña durante la guerra civil de 1936-1939, cuando el número
de socios pasó de 318 a 1.612 en el primer año de la contienda. Entonces se
establecieron cinco puestos de socorro avanzados, cerca del frente, y se
realizaron 4.492 consultas, 23.915 vacunaciones, y 43.359 curas de urgencia. A
partir de 1940, la Orden continuó con sus actividades como antes de 1936, unida
siempre a la Cruz Roja Española.
Las fiestas del 2 de
mayo fueron siempre, hasta la década de 1980, brillantísimas. A la misa con
sermón en la plaza del Dos de Mayo y portada de Monteleón, magníficamente
ornamentadas, seguían las ofrendas florales en otros puntos, y un gran almuerzo
de hermandad. A ellas concurrían siempre las autoridades provinciales y
municipales, y una nutrida representación de la Cruz Roja Española y de la
guarnición militar de Madrid, en especial del Cuerpo de Artillería, con varias
bandas de música.
A partir de 1984, el
convenio con la Cruz Roja Española quedó sin efecto, y como la mayor parte de
las actividades hospitalarias y asistenciales ya estaban en manos de esta
institución, la Orden Española y Humanitaria hubo de abandonar esa dedicación
altruista. Tampoco pudo atender a las fiestas anuales del Dos de Mayo,
limitándose a acompañar a las autoridades que las encabezaban.
Se inició así un lento
declinar, hasta que ya en 2010 la nueva junta directiva ha propulsado un cambio
de los estatutos, logrado en 2019, y ha reiniciado las actividades
corporativas.
Publicado por La Mesa de los Notables.