El pasado 9 de
septiembre tuvo lugar, en los salones del Centro Riojano de Madrid, el solemne
acto de Apertura del Curso Académico 2024-2025 y toma de posesión de plaza de
los nuevos Académicos del Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés.
El acto académico
estuvo presidido, en nombre de su director, don Manuel Ruiz de Bucesta, por el
académico y delegado en Madrid, don Alfredo Leonard y Lamuño de Cuetos, quien
dio la bienvenida a los asistentes.
El académico don
Víctor Martínez Patón, que hizo las funciones de secretario, procedió a la
lectura del acta de ingreso de los nuevos Académicos, a quienes se les hizo
entrega de su correspondiente cédula, procediendo éstos a pronunciar sus
discursos de ingreso, finalizando el acto con un vino español que se
ofreció en los salones del Centro Riojano.
Fueron recibidos como Académico de Número don Guillermo Whpei, y como Correspondiente don Philipp Bagus.
Como colofón, se celebró una cena en honor de los nuevos
Académicos en el Real Casino de Madrid con gran afluencia de personalidades del
mundo de la cultura, la diplomacia, la política, etc.
Discurso de Inicio
del Curso Académico de don Manuel Ruiz de Bucesta y Álvarez, director del
Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés.
Excelentísimos e
ilustrísimos señores:
Con el más profundo
pesar tengo que iniciar estas palabras excusando mi ausencia en tan señalada
ocasión, pero razones de salud así me lo exigen. No obstante, quisiera pensar
que esta distancia no mengua en absoluto el fervor y animación con el que
siempre he querido abrazar la noble causa del saber, la educación y la cultura.
Y en este albor de un nuevo curso académico, no quiero por menos que reconocer
la inestimable valía de todos y cada uno de nuestros académicos cuyo bagaje, no
solo viene a enriquecer los muros de esta institución, sino que también, todos
ellos, siguen forjando el futuro de nuestra empresa y pregonan, a través de su
esfuerzo, las excelencias de su conocimiento. Ahora bien, debo reconocer que
esta satisfacción no oculta en absoluto la presencia de miles de “pensadores
libertinos de café y salón” que destierran con osadía el conocimiento
verdaderamente adquirido por personas tan instruidas como las que hoy ocupan
este hermoso salón; porque es inevitable ver cómo, día a día, y principalmente
en los últimos años, se multiplica, de manera permanente, una actividad febril
que agita y conquista a profanos a través de las redes sociales, entonando
todos esos, himnos con propaganda injuriosa dirigida especialmente a los
ejercitados investigadores.
Este Instituto
pretende ser el faro que aglutine la poderosa nave del conocimiento sin que exista
impedimento u obstáculo para articular sus reflexiones. En nuestra casa, de
nuevo la eterna Asturias, que luce con orgullo su viejo lema “Asturias nunca
vencida”; estaremos presentes para defender sin cortapisas el esfuerzo y
dedicación de cada uno de sus miembros, porque aquí no cabe lo políticamente
correcto, ¡en esta su casa, solamente cabe la verdad! Esta travesía en defensa
del estudio de la historia, de la física, la economía, el derecho, las
matemáticas, la filosofía y la cultura en general, es algo que ya emprendió
esta institución hace más de dos siglos, por lo que no quisiera que ustedes,
señores Académicos, perciban esto como un mensaje más; entiéndanlo, por el
contrario, como el comienzo extraordinario de un viaje que en realidad
trascenderá nuestras vidas.
Cada descubrimiento, cada lección impartida, cada
duda despejada, es una pieza más en el edificio de nuestra civilización, por
eso nuestra vieja entidad siempre estará presente para servirles de
contrafuerte. También quisiera expresarles mucho más, pero me encuentro en este
instante en la difícil tesitura de tener que emitir mis pensamientos ante todos
ustedes. Un grupo de personas que están en la cima de la cultura, varones
eminentes –que dirían-, trascendentales profesores que gozan de los más amplios
conocimientos del saber. Así pues, comprenderán que dirigir un discurso ante
esta ocurrencia de circunstancia, resulta cuanto menos difícil, principalmente,
por la cortedad de mis talentos y por saberme -en este instante- frente a
oradores elocuentísimos que podrían hacerme vagar por cuestiones inútiles en la
rigurosa solemnidad de este acto. Empero, expresaré que la naturaleza de
nuestra Institución ha sido principalmente forjarnos en el conocimiento,
buscada desde la instrucción y la enseñanza. Conocimiento y verdad, porque
todos buscamos -de algún modo-, el entendimiento, la lógica e incluso la
justicia y la dialéctica. Escribía hace muchos años un viejo catedrático que
“donde se duda de la verdad, de todo se duda, y nada hay cierto…”, y añadía,
“donde se equivoca la verdad, se tuerce el juicio”.
Abramos pues, las páginas
de la comprensión y la sensatez, instruyendo a jóvenes e intentando curar la
confusión de su ignorancia como cultivadores del vasto jardín intelectual, sin
olvidarnos por supuesto de aquella célebre frase de Viera que decía: En el orbe
literario, un pueblo civilizado sin Universidad es como un pueblo religioso sin
templo. Es la cultura, en su más amplia expresión, un legado que dejaremos a
las generaciones venideras como singular testimonio de nuestra época y
representando la voz de nuestra historia y la promesa de nuestro porvenir. Por
todo ello quisiera invitarles a alzar la vista hacia el horizonte, sabiendo con
certeza que cada esfuerzo aquí invertido es un paso hacia la cumbre del
entendimiento. Albergo la esperanza de que el curso que ahora emprendemos no
solo iguale, sino que supere la magnitud de nuestros más audaces sueños,
buscando permanentemente esa incansable excelencia e inquebrantable deseo de
superación personal, como sólidos pilares que sostengan y ennoblezcan nuestro
año académico. Así lo deseo y así lo expreso ante ustedes. Permítanme también,
antes de cerrar esta breve alocución, que haga una breve reflexión: La
educación es, posiblemente, el arma más poderosa que podemos usar para cambiar
el mundo; es la más noble de las empresas y, quizás también, la aventura más
grandiosa a la que un ser humano puede aspirar. Y estos son, Excelentísimos e
Ilustrísimos Académicos y amigos, respetable concurso, algunos de los sentimientos
que puedo mostrar de este dos veces centenario Instituto, que hoy deseo poner
bajo vuestra dirección y cuidado. Ruego también, les reitero, que sepan
disculpar mi ausencia, y mientras aprovecho para dejarles un atento saludo.
Publicado por La
Mesa de los Notables.