Por el doctor don
Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta.
Entre las muchas piezas
y documentos heráldicos que hay en mi librería y casa, me ha llamado siempre la
atención un exlibris que me obsequió hace ya muchos años mi buen amigo el Duque
de Tovar. Muestra un grabado calcográfico, en el que, bajo un gran escudo de
armas, se lee: Biblioteca del Exmo. Sor. Conde de Fernandina. Sus dimensiones
son de 9’6 x 7 cm, y el papel en que está grabado todo es de escaso gramaje,
como corresponde al fin para el que fue realizado –identificar al propietario
de un libro, mediante la aposición en la parte interior de su cubierta-. Mi
ejemplar tiene algún agujero causado por la polilla o la carcoma.
De este exlibris no
conocemos más ejemplares, ni tampoco aparece recogido en las colecciones y
tratados más usuales (1): quizá porque, por
alguna circunstancia, la tirada del exlibris nunca llegase a La Habana; o bien
por el mismo hecho de que la biblioteca de Fernandina estuviese radicada en La
Habana, y la existencia del exlibris no haya trascendido al ámbito local. Todo
ello me mueve a darlo ahora a la luz pública.
Comenzaré diciendo de su
ilustre propietario: don José María de Herrera y Herrera, II Conde de
Fernandina, nacido en La Habana (Cuba) el 14 de agosto de 1787 y allí mismo
fallecido el 20 de febrero de 1864. Fue hijo y heredero de don Gonzalo de
Herrera y Beltrán de Santa Cruz, I Conde de Fernandina, regidor perpetuo y
alcalde de La Habana, gentilhombre de S.M. y caballero de la Orden de Carlos
III, finado en 1818, y de su esposa y prima hermana doña María Josefa de
Herrera y Zayas. Es conocido, pues, que era vástago de algunas de las familias
más ilustres de la isla, en la que sus antepasados habían desempeñado
importantes cargos de república.
Hombre de grandes
inquietudes, muy preocupado por el fomento y el progreso de la isla, fue desde
muy joven miembro activo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La
Habana. También fue fundador y primer presidente del Liceo Literario de La
Habana (1844), y a lo largo de toda su vida fue un gran protector y propulsor
de las Artes. También hizo grandes donativos a las necesidades del Estado, y no
menores a la beneficencia, pública y privada.
Como era tradicional en
las grandes familias de la ciudad, sirvió como oficial en sus Milicias
Disciplinadas, en las que alcanzó el empleo coronel (1852; era graduado desde
1815), y de las que incluso tuvo el mando superior (1860-1862). Electo como
representante de la isla en la corte de Madrid en varias ocasiones, fue prócer
del reino en el Estamento de Próceres (1834), y senador vitalicio del reino en
el Senado (1847). Pero no llegó a jurar ninguno de estos cargos.
Sus méritos y servicios
le llevaron a alcanzar las más altas dignidades del Reino. En diciembre de 1819
recibió los honores y el tratamiento de la suprema dignidad de la Grandeza de
España. Y tuvo, como su padre, la cruz de la Real y Distinguida Orden Española
de Carlos III (1795), y más tarde la gran cruz (1852); antes, la gran cruz de
la Real y Americana Orden de Isabel la Católica (1829). También fue, como su
padre, gentilhombre de cámara de Su Majestad (1820), pero además con ejercicio
(1830). Algunos autores afirman que fue uno de los maestrantes de la Real de
Granada, pero yo no le he hallado entre ellos.
Falleció el Conde de
Fernandina en La Habana el 20 de febrero de 1864, y su sepelio tuvo lugar a las
cuatro de la tarde del mismo día, con entierro de gala y honores militares, en
la iglesia de Santo Domingo(2).
Dicho del dueño, digamos
del autor. El exlibris que estudiamos está, por fortuna, firmado: E. Boix ft. O
sea que el dibujante y grabador fue Esteban Boix y Viscompta (Barcelona
1774-Madrid c. 1829), uno de los mejores calcógrafos de su tiempo. Vino a
Madrid a los veintidós años, y fue discípulo del eximio Manuel Salvador Carmona
en la escuela de la Real Academia de San Fernando, permaneciendo ya en Madrid
durante toda su vida. Su obra, tan amplia como variada, fue muy apreciada en la
sociedad de su tiempo: en ella se incluyen muchas de las grandes obras
pictóricas hoy en el Museo del Prado, y las conocidas Colección de Retratos de
españoles ilustres y Colección de las mejores vistas y edificios más suntuosos
de Madrid(3). Realizó también, al
uso de la época, un gran número de estampas de devoción, y también algunos
exlibris con motivos heráldicos.
Por último, examinemos las
armerías representadas en el exlibris. En una composición o cartucho de estilo
aún dieciochesco, vemos un escudo cuartelado, cuyos esmaltes y colores
deducimos del punteado y rayado -según el sistema ideado por el jesuita P.
Silvestre da Pietra Santa en el siglo XVI-. Son estos: primero y segundo, de
gules con dos calderas de oro puestas en palo; bordura de gules con diez
calderas (solo nueve en el primero) de oro. Tercero, cuartelado a su vez:
primero de oro con un águila de sable; segundo, de gules con una cruz
floreteada de oro; tercero, de plata con dos crecientes contornados de sable,
puestos en palo; y cuarto, de gules con tres fajas de oro, cargada cada una de
tres lises. Y cuarto, partido: primero de sinople con dos torres de plata
puestas en palo; segundo palado de gules y oro, de seis piezas. Armerías que
corresponden perfectamente a los cuatro abolorios del propietario: Herrera,
Herrera, Beltrán de Santa Cruz y Zayas.
Va ese escudo timbrado
de una corona marquesal (sic, por la ducal propia de la Grandeza), acolado de
la llave de gentilhombre, y plazado bajo un manto de Grande, tras del cual
asoman cuatro banderas y otros trofeos militares. Pende de la punta la cruz de
Carlos III, y rodea casi todo el escudo la banda de la de Isabel la Católica, cuya
insignia de la gran cruz también pende de la punta, por bajo de la carolina.
Esta disposición
heráldica nos indica que las armerías fueron compuestas en 1829, porque fue
entonces cuando el Conde fue condecorado con la gran cruz de Isabel la
Católica, y porque también fue entonces cuando debió de fallecer Boix, el
artista grabador, cuyo último trabajo conocido se data precisamente en aquel
año. Aunque yo estimo que, quizá, el grabado pudiera datarse un poco más tarde,
pero poco más: en 1830.
(1) Por ejemplo, el amplio Catálogo de Ex
Libris de Bibliotecas Españolas en la Biblioteca Nacional (Madrid, 1989).
(2) Semblanza del personaje, por Diego Valor de
Medina, en el Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la
Historia.
(3) Manuel Ossorio y Bernard, Galería
biográfica de artistas españoles del siglo XIX (Madrid, 1868).
Publicado por La Mesa de
los Notables.