lunes, 20 de abril de 2020

EX LIBRIS DEL II CONDE DE FERNANDINA.PRÓCER HABANERO.

Por el doctor don Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta.

Entre las muchas piezas y documentos heráldicos que hay en mi librería y casa, me ha llamado siempre la atención un exlibris que me obsequió hace ya muchos años mi buen amigo el Duque de Tovar. Muestra un grabado calcográfico, en el que, bajo un gran escudo de armas, se lee: Biblioteca del Exmo. Sor. Conde de Fernandina. Sus dimensiones son de 9’6 x 7 cm, y el papel en que está grabado todo es de escaso gramaje, como corresponde al fin para el que fue realizado –identificar al propietario de un libro, mediante la aposición en la parte interior de su cubierta-. Mi ejemplar tiene algún agujero causado por la polilla o la carcoma.


De este exlibris no conocemos más ejemplares, ni tampoco aparece recogido en las colecciones y tratados más usuales (1): quizá porque, por alguna circunstancia, la tirada del exlibris nunca llegase a La Habana; o bien por el mismo hecho de que la biblioteca de Fernandina estuviese radicada en La Habana, y la existencia del exlibris no haya trascendido al ámbito local. Todo ello me mueve a darlo ahora a la luz pública.
Comenzaré diciendo de su ilustre propietario: don José María de Herrera y Herrera, II Conde de Fernandina, nacido en La Habana (Cuba) el 14 de agosto de 1787 y allí mismo fallecido el 20 de febrero de 1864. Fue hijo y heredero de don Gonzalo de Herrera y Beltrán de Santa Cruz, I Conde de Fernandina, regidor perpetuo y alcalde de La Habana, gentilhombre de S.M. y caballero de la Orden de Carlos III, finado en 1818, y de su esposa y prima hermana doña María Josefa de Herrera y Zayas. Es conocido, pues, que era vástago de algunas de las familias más ilustres de la isla, en la que sus antepasados habían desempeñado importantes cargos de república.


Hombre de grandes inquietudes, muy preocupado por el fomento y el progreso de la isla, fue desde muy joven miembro activo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana. También fue fundador y primer presidente del Liceo Literario de La Habana (1844), y a lo largo de toda su vida fue un gran protector y propulsor de las Artes. También hizo grandes donativos a las necesidades del Estado, y no menores a la beneficencia, pública y privada.
Como era tradicional en las grandes familias de la ciudad, sirvió como oficial en sus Milicias Disciplinadas, en las que alcanzó el empleo coronel (1852; era graduado desde 1815), y de las que incluso tuvo el mando superior (1860-1862). Electo como representante de la isla en la corte de Madrid en varias ocasiones, fue prócer del reino en el Estamento de Próceres (1834), y senador vitalicio del reino en el Senado (1847). Pero no llegó a jurar ninguno de estos cargos.
Sus méritos y servicios le llevaron a alcanzar las más altas dignidades del Reino. En diciembre de 1819 recibió los honores y el tratamiento de la suprema dignidad de la Grandeza de España. Y tuvo, como su padre, la cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III (1795), y más tarde la gran cruz (1852); antes, la gran cruz de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica (1829). También fue, como su padre, gentilhombre de cámara de Su Majestad (1820), pero además con ejercicio (1830). Algunos autores afirman que fue uno de los maestrantes de la Real de Granada, pero yo no le he hallado entre ellos.


Falleció el Conde de Fernandina en La Habana el 20 de febrero de 1864, y su sepelio tuvo lugar a las cuatro de la tarde del mismo día, con entierro de gala y honores militares, en la iglesia de Santo Domingo(2).
Dicho del dueño, digamos del autor. El exlibris que estudiamos está, por fortuna, firmado: E. Boix ft. O sea que el dibujante y grabador fue Esteban Boix y Viscompta (Barcelona 1774-Madrid c. 1829), uno de los mejores calcógrafos de su tiempo. Vino a Madrid a los veintidós años, y fue discípulo del eximio Manuel Salvador Carmona en la escuela de la Real Academia de San Fernando, permaneciendo ya en Madrid durante toda su vida. Su obra, tan amplia como variada, fue muy apreciada en la sociedad de su tiempo: en ella se incluyen muchas de las grandes obras pictóricas hoy en el Museo del Prado, y las conocidas Colección de Retratos de españoles ilustres y Colección de las mejores vistas y edificios más suntuosos de Madrid(3). Realizó también, al uso de la época, un gran número de estampas de devoción, y también algunos exlibris con motivos heráldicos.
Por último, examinemos las armerías representadas en el exlibris. En una composición o cartucho de estilo aún dieciochesco, vemos un escudo cuartelado, cuyos esmaltes y colores deducimos del punteado y rayado -según el sistema ideado por el jesuita P. Silvestre da Pietra Santa en el siglo XVI-. Son estos: primero y segundo, de gules con dos calderas de oro puestas en palo; bordura de gules con diez calderas (solo nueve en el primero) de oro. Tercero, cuartelado a su vez: primero de oro con un águila de sable; segundo, de gules con una cruz floreteada de oro; tercero, de plata con dos crecientes contornados de sable, puestos en palo; y cuarto, de gules con tres fajas de oro, cargada cada una de tres lises. Y cuarto, partido: primero de sinople con dos torres de plata puestas en palo; segundo palado de gules y oro, de seis piezas. Armerías que corresponden perfectamente a los cuatro abolorios del propietario: Herrera, Herrera, Beltrán de Santa Cruz y Zayas.
Va ese escudo timbrado de una corona marquesal (sic, por la ducal propia de la Grandeza), acolado de la llave de gentilhombre, y plazado bajo un manto de Grande, tras del cual asoman cuatro banderas y otros trofeos militares. Pende de la punta la cruz de Carlos III, y rodea casi todo el escudo la banda de la de Isabel la Católica, cuya insignia de la gran cruz también pende de la punta, por bajo de la carolina.
Esta disposición heráldica nos indica que las armerías fueron compuestas en 1829, porque fue entonces cuando el Conde fue condecorado con la gran cruz de Isabel la Católica, y porque también fue entonces cuando debió de fallecer Boix, el artista grabador, cuyo último trabajo conocido se data precisamente en aquel año. Aunque yo estimo que, quizá, el grabado pudiera datarse un poco más tarde, pero poco más: en 1830.

 (1) Por ejemplo, el amplio Catálogo de Ex Libris de Bibliotecas Españolas en la Biblioteca Nacional (Madrid, 1989).
 (2) Semblanza del personaje, por Diego Valor de Medina, en el Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la Historia.
 (3) Manuel Ossorio y Bernard, Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX (Madrid, 1868).

Publicado por La Mesa de los Notables.