Manuel Ruiz de Bucesta es el autor de este artículo que publicaba en el día de hoy el diario La Nueva España, en su tribuna de Sociedad/Opinión, que queremos reproducir en su integridad por su indudable interés.
El Duque de Sevilla: Un caballero y un
ejemplo de nobleza.
El Canciller del Cuerpo de la Nobleza de
Asturias se despide del Duque de Sevilla, Francisco de Borbón, que fue
Consejero de la Corporación durante 15 años.
Manuel Ruiz de Bucesta.
Era un hombre tranquilo, paciente y cercano, fue una persona brillante en todos los ámbitos de la vida y, sin duda, un caballero tan extraordinario que es difícil poder transmitirlo tan solo con la palabra. Llegó al mundo como cualquiera de nosotros y tuvo una educación sólida, de aquellas que se manejaban con disciplina, pero había algo bien grande, y es que en su corazón llevaba tanta generosidad que su forma de ser le permitió integrarse perfectamente con todo el mundo.
La cortesía nunca ha sido una
contrariedad ni un impedimento para formarse, diría que es algo substancial y
que recoge muchas cosas buenas. Francisco de Borbón trae a la memoria a un
hombre de una gran nobleza que poseía multitud de cosas buenas, sobre todo
porque atesoraba en sí el antiguo ideal de los caballeros y de la propia
historia. El duque de Sevilla ha demostrado con sus actos poder ser conocido
como el auténtico noble español, ilustre de sangre y también de espíritu, era
un hombre que siempre era bien recibido -en todas partes-, porque tanto su
trato como su cordialidad eran excepcionales.
Bien diría que la glosa general y
popular equivocará la nobleza con lo esplendoroso de las genealogías, que
acotarán la definición en las uniones familiares o en las grandezas de los
pasados, dejando de lado el verdadero y generoso compendio de virtudes que
realmente son la demostración de un esplendor. La nobleza es sinónimo de
generosidad, de altruismo, de brillo y grandeza, a más de lealtad y clase, es
un conjunto de virtudes que logran hacer a una persona querida. De ahí la
educación, pero una educación a manera de instrucción en donde la corrección,
la urbanidad, la doctrina y la caballerosidad tienen que portarse a modo de
guion y ser el distintivo que marca el respeto al prójimo. La consideración que
debemos a nuestros iguales tiene que forjarse sin miramientos, aunque ello nos
exija una porción de comedimiento. También, y no menos importante, no debe de
mostrarse reparo en enseñar los valores del honor y el nombre que hemos
heredado.
Francisco de Borbón ocupó el cargo de
Consejero Magistral del Real Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias y
llevó con gran brillantez este puesto. Gozaba también de dos grandezas, una de
España por su título de duque de Sevilla, y otra que es aún más grande, la del
corazón. Para este humilde amigo suyo que hoy le llora, esa segunda grandeza
siempre la he creído su mayor y más grande atributo, un sello particular con el
que vivió en la sociedad, pero incluyó además un matiz de importancia que fue
el de proscribir de su comportamiento el abuso, la injusticia, el desprecio o
la iniquidad. Los buenos valores los dejó bien impresos en sus hijos que, sin
duda, han recibido una instrucción sobresaliente. Hoy lloran por la tristeza de
la muerte de un padre, quedan huérfanos, pero les ilumina la honestidad que
llevan en sus corazones por esa enseñanza transmitida.
El duque de Sevilla sirvió bien a la
nobleza y lo hizo durante los días de la batalla de la vida, en donde padeció
grandes dolores y también celebró notables momentos. Era un buen hombre y lo
era de palabra, ¡que no es poca cosa! Recuerdo que un día le decía que era
indudable que a un hombre se le puede arrebatar todo, hasta la misma vida, pero
que de ninguna manera le podrían hurtar por completo la libertad de su elección
más privada, con la que cada uno puede decidir cómo recorrer su camino y que
esa decisión, al final, será la que decidirá su destino. Pero a veces la
casualidad nos desorienta en una forma de fatalidad porque hay desventuras que
nos hacen perder hasta ese sendero, lo que resulta una especie de juego de la
naturaleza que puede resultar una condena, y aquí están las lamentables
pérdidas familiares, sobre todo de un hijo, que es lo más duro por lo que puede
pasar un padre.
Personalmente diré que me queda un buen
recuerdo suyo y también que me siento extremadamente honrado, porque he gozado
de su aprecio, pero también porque me dio la más grande dignidad que puede
recibir una persona de sus semejantes, que es, llamarme amigo. Es innegable que
la amistad es un generosísimo gesto y un reconocimiento de tan alto valor que
en la pirámide de las virtudes ocuparía uno de los primeros puestos.
Querido amigo mío, hoy tu camino por la
tierra ha terminado y ahora comienza otro nuevo, arriba, en lo más alto, junto
a Dios, quien no me cabe duda de que te tiene asignado un estrado junto a los
más grandes hombres de nuestra vieja España.
La Nueva España 21/05/2025.
Leer el artículo original publicado en
La Nueva España: aquí.
Imagen:Francisco de Borbón, Manuel Ruiz de Bucesta y Eva Longoria, en el
Capítulo del Cuerpo celebrado en noviembre de 2022. / Lne
Publicado por La Mesa de los
Notables.