jueves, 27 de noviembre de 2025

¿TOISÓN ESPAÑOL O TOISÓN AUSTRIACO? LA ENCRUCIJADA DE UN SÍMBOLO.

 

Hace no muchos días, un buen amigo, aficionado a la historia y a los temas que suelo tratar en este blog, me lanzó una pregunta durante una conversación que había empezado de manera trivial. Hablábamos de las recientes concesiones del Toisón de Oro: el otorgado a la Reina Doña Sofía y los concedidos a Don Felipe González, Don Miquel Roca y Don Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, tres figuras clave en la arquitectura política de la España que hoy conocemos.
-Dime una cosa, me preguntó: de entre los dos Toisones, el español y el austriaco, ¿cuál es en realidad el legítimo?
La pregunta tenía algo de inocente y bastante de provocativa. Porque cada vez que la Corona concede el Toisón, especialmente a personalidades de cierto peso histórico, reaparece una discusión que nunca termina de cerrarse: la historia de la orden no es lineal, ni pacífica, ni estrictamente unívoca.
El comentario de mi amigo me recordó hasta qué punto esta distinción, que a ojos de muchos puede parecer meramente ceremonial, sigue conectada con los antiguos debates sobre monarquía, dinastía y soberanía. Y, sobre todo, cómo su sentido actual no puede comprenderse sin mirar al pasado, hacia la fecha en que la orden se dividió en dos ramas que aún hoy reclaman su propia continuidad.
Dado el interés que este tema suscita desde hace años, me atrevo a ofrecer unas pinceladas, en el estrecho margen que permite este blog, sobre la legitimidad que respalda, en mi opinión, a cada uno de los Toisones que conviven en nuestro siglo XXI.

Entonces, ¿cuál es el auténtico?

Las dos ramas del Toisón de Oro: historia de una división y de dos legitimidades.

La Orden del Toisón, fundada en 1430 por Felipe el Bueno, forma parte del pequeño conjunto de instituciones europeas que han atravesado siglos de transformaciones políticas sin perder su prestigio. Su historia, sin embargo, no es una línea recta. Desde comienzos del siglo XVIII, la orden existe en dos ramas distintas, la española y la austriaca, cuya coexistencia suscita la pregunta de cuál de ellas es “la legítima”. La respuesta exige revisar el origen de esa división y los fundamentos que han sostenido la continuidad de ambas.

De Borgoña a los Habsburgo: la consolidación de un símbolo.
La fundación de la Orden del Toisón de Oro respondió, sin lugar a dudas, a las necesidades políticas del Estado borgoñón: reforzar la autoridad del Duque y aglutinar a su nobleza bajo un programa de fidelidad y prestigio. Con el matrimonio entre María de Borgoña y Maximiliano de Habsburgo, la orden pasó a ser un instrumento dinástico de la nueva casa y, desde el reinado de Carlos V, quedó integrada en el complejo entramado de la Monarquía Hispánica y del Sacro Imperio. Durante los siglos XVI y XVII, el Toisón funcionó principalmente desde la corte de Madrid, sin perder su carácter internacional ni su vinculación a la Casa de Austria en su conjunto.

1700: una disputa sucesoria con efectos duraderos.
La muerte sin descendencia de Carlos II de España (1700) inauguró un conflicto sucesorio cuyo impacto afectó tanto a la Corona como a la Orden. La cuestión era precisa: ¿quién heredaba la Gran Maestría: el nuevo rey de España o el jefe de la Casa de Habsburgo?
Las posiciones eran irreconciliables:
España defendía que la Gran Maestría era un atributo de la Corona, por lo que debía corresponder a Felipe V, nombrado heredero por Carlos II.
Austria, por su parte, sostenía que la orden era propiedad dinástica de los Habsburgo y, en consecuencia, debía pasar al archiduque Carlos, heredero de la rama austriaca.
La Guerra de Sucesión impidió toda negociación. La ruptura se produjo sin un acuerdo jurídico final. Y así, desde 1700, la orden siguió dos caminos paralelos, cada uno convencido de representar la continuidad auténtica.

Las dos naturalezas del Toisón.
El Toisón de Oro en España.
En la España borbónica, el Toisón se consolidó como orden oficial del Estado. Su concesión quedó estrictamente regulada, su número de miembros limitado y su identidad integrada en las instituciones monárquicas. El Rey de España ejerce la Gran Maestría como parte de sus prerrogativas soberanas.
El Toisón de Oro en Austria.
La Casa de Habsburgo mantuvo el Toisón como orden dinástica, incluso después de la desaparición del Imperio Austrohúngaro. Aunque ya no forma parte del sistema estatal austríaco, conserva sus reglas tradicionales y sigue siendo una expresión de continuidad familiar.


Legitimidades complementarias.
Atribuir a una sola de las dos ramas la condición de “legítima” implica pasar por alto la naturaleza del conflicto que originó la escisión y el marco jurídico vigente en 1700. La división del Toisón de Oro surgió de una disputa sucesoria en la que no existía una norma indiscutible que determinara a quién correspondía la Gran Maestría tras la extinción de la rama española de los Habsburgo. Ante la ausencia de un criterio universalmente aceptado, cada parte sostuvo una interpretación coherente con su propia tradición jurídica, y ambas lograron consolidarse con el paso del tiempo.
La rama española es legítima porque encarna la continuidad institucional del Toisón como atributo de la Corona. Desde 1700, los reyes de España han ejercido la Gran Maestría sin interrupción, incorporando la orden al conjunto de distinciones oficiales del Estado y manteniendo su vigencia mediante normas y prácticas estables. Esta continuidad pública y estatal ha dado al Toisón español una base jurídica sólida y reconocida en la diplomacia contemporánea.
La rama austriaca es igualmente legítima porque preserva la continuidad dinástica de la familia que administró la orden desde su incorporación a los Habsburgo. Tras la Guerra de Sucesión, los Habsburgo conservaron su propia línea de la orden como patrimonio familiar, respetando las normas tradicionales y transmitiendo la Gran Maestría de generación en generación. Su legitimidad se fundamenta en la pervivencia histórica de la casa fundadora del linaje moderno del Toisón.
En más de tres siglos, ninguna de las dos ramas ha sido desmentida por la práctica histórica. Ambas han funcionado de manera estable dentro de sus respectivos ámbitos -estatal en España y dinástico en Austria- sin que haya surgido un consenso jurídico, diplomático o historiográfico que otorgue primacía absoluta a una sobre la otra. La coexistencia prolongada y pacífica de ambas ramas es, en sí misma, la mejor prueba de su legitimidad compartida.

Conclusión.
En mi opinión, la división del Toisón de Oro no produjo una orden auténtica y otra derivada, sino dos líneas de continuidad surgidas de un conflicto sucesorio que no podía resolverse jurídicamente en su tiempo. Cada rama mantuvo su legitimidad sobre fundamentos distintos, pero igualmente válidos: la española, apoyada en la titularidad institucional de la Corona, y la austriaca, en la continuidad dinástica de los Habsburgo.
Tres siglos de existencia paralela han confirmado de hecho lo que la teoría discutió en 1700: ambas órdenes han sido capaces de sostener su identidad, su tradición y su autoridad dentro de sus respectivos ámbitos. Ninguna ha quedado desmentida por la práctica histórica ni desposeída por consenso internacional.
Por ello, la pregunta que nos debemos hacer no es cuál es “el verdadero” Toisón, sino qué expresión de la herencia borgoñona se preserva en cada uno. El español encarna la proyección estatal de la orden; el austriaco, su raíz familiar y dinástica. Juntas, ambas ramas completan el panorama de una institución que ha sobrevivido precisamente porque supo adaptarse a dos realidades políticas diferentes sin perder su esencia.

Riestra.

Publicado por La Mesa de los Notables.